Acabo de cumplir 56 años y a veces pienso que ya lo he hecho todo; otras que me queda todo por hacer. Vivo con la energía que me proporcionan mis ideas, pensar en algo para antes de concluirlo, ya planear lo siguiente. Se llama vivir en una perpetua transición. Todo fluye en mi interior y cuando se detiene esa energía vital, es que algo no funciona.
En toda mi existencia solo he vivido un momento amargo, aquel episodio que me obligó a desconectarme durante muchos meses, tiempo en el que no fui yo, en el que conviví con el limbo de la culpa y deseando que el día acabara para que también acabara el siguiente.
Y así un día y otro. Un día mal, otro peor, acurrucado en el sofá, ensimismado, los mejores momentos con la mente en blanco, casi siempre con una imagen que se repetía. Dolor, culpa y lágrimas.
Sé que a partir de aquel viernes nada fue igual, pero también que he aprendido la lección. La vida es aquello que transcurre mientras te escondes y no te la puedes perder, ni un solo minuto. No puedes provocar tristeza a los tuyos, no puedes dejar de abrazar ni una vez a tus amigos, no dejes de llorar para desahogarte y disfruta cada momento, no como si fuera el último, sino como el penúltimo.
Acabo de cumplir 56 años y el mejor regalo que he recibido es la vida, esos días en los que el sol te acaricia la cara mientras te desperezas y piensas: «¿De verdad te vas a perder otro día más sin disfrutarlo?» #carpediem
1 comentario en «56»
Así eres tu, por eso y mucho más, se te tiene que querer. En esta vida nada vale más que reinventarte en todo momento. Gracias por compartir tus pensamientos