Para ser buen periodista hay que ser buena persona
Ryszard Kapuscinski
Hay momentos que dibujan el perfil psicológico y humano de las personas y en el caso de Alfons Quintà se produce con 16 años, cuando es capaz de extorsionar a Josep Pla, del que su padre era su chófer y mano derecha. O el escritor convencía a su padre de que le hiciera una pasaporte para irse a Estados Unidos o “se vería en la necesidad de comunicarle al señor Juan Vicente Creix, inspector-jefe de la Brigada Político-Social de Barcelona, todo lo que sé sobre ustedes”. Ellos eran Pla y otros intelectuales y empresarios catalanes que viajaban continuamente a Francia para entrevistarse con Josep Tarradellas, el presidente de la Generalitat en el exilio.
Y ese detalle es determinante en “El hijo del chófer”, una adictiva novela de no ficción de Jordi Amat sobre la vida de Alfons Quintà, una narración sobre el poder, el periodismo y el pujolismo; un libro sobre la maldad, sobre las interrelaciones entre políticos, empresarios y banqueros en el postfranquismo, un entorno de oportunistas que olieron la sangre para aprovecharse de la coyuntura.
Alfons Quintà fue un asesino, que en 2016 mató a su última pareja para después suicidarse, era un desequilibrado, un tipo lleno de rencor, un acosador, un maltratador y un tipo que tuvo la fortuna de que su padre fuera el chófer y mano derecha de Josep Pla para empezar a tejer relaciones con los personajes más ilustres de la Cataluña del último tercio del siglo XX.
Trabajó en Tele/eXpress, en El Correo Catalán, creó el primer programa radiofónico en catalán en Radio Barcelona (Dietari), fue el primer delegado de El País en Cataluña, montó TV3, pasó por El Mundo, fue el primer director de El Observador y acabó apareciendo en las tertulias de Intereconomía, escribiendo en digitales y en las páginas menos leídas de Diari de Girona.
¿Qué nos hemos perdido por el camino? Cómo Jordi Pujol compra la voluntad de Quintà al nombrarle primer director de TV3:
“Como conoce la complejidad humana para usarla en favor de su afán de poder —Pujol es un animal político—, ahora puede convertir en aliado a quien hasta este momento ha sido un enemigo. Quintà está en una situación de debilidad que puede serle útil. Pujol, que conoce que el comercio de los hombres es la verdad profunda de la política, sabe que puede serle útil… Lo está fichando y al mismo tiempo lo está captando… La gente pensará que ha habido un chantaje. Piensa demasiado. No es un misterio. Es la otra cara de la realidad. Son los negocios del poder. Existen unos códigos y ellos dos, sin explicitarlos, los conocen. Pujol los domina. Quintà cree que también. Ni hace falta hablar de Banca Catalana. Forma parte del pacto. Termina la reunión. Fin”.
Jordi Amat.
y en un extraordinario giro de guión, Pujol le da poder al periodista que había destapado en diferentes artículos en ‘El País’ las dificultades económicas de su grupo bancario (Banca Catalana) y que incluso había señalado como responsable indirecto de la muerte de su padre (Florenci), que fallece de un infarto durante los días que aparecen aquellas publicaciones.
Las presiones políticas obligan al entonces director de ‘El País’, Juan Luis Cebrián, a paralizar la investigación, y a descartar a Quintà como director de la edición del diario en Cataluña. Amat retrata una comida en Zalacaín, entre Cebrián, Jesús de Polanco y directivos de Banca Catalana para ordenar la cuestión, y cómo tiempo después el rotativo madrileño declara una tregua a Pujol, una vez reestablecidas las relaciones entre Felipe González y el presidente catalán.
Desde TV3, Quintà glorifica al pujolismo, de azote se convierte en cara amable, y tras la segunda victoria electoral de Pujol, el caso ‘Banca Catalana’ entra en plena ebullición, con la Fiscalía Anticorrupción señalando a los Pujol por la quiebra del banco. Es el momento de envolverse en la bandera del victimismo y en identificar un ataque contra Pujol en un ataque contra Cataluña.
Dicen que Quintà fue uno de los grandes periodistas catalanes, tal vez uno de los mejores periodistas españoles de siempre, pero que se movió siempre desde el rencor y que jugó siempre de farol, que decía saber de lo que realmente sabía y que además guardaba en una caja fuerte un dossier para documentar todas sus acusaciones, pero una vez muerto, nada de ello se encontró, tan solo una pista escrita en una de sus últimas columnas en el Diari de Girona en la que desvelaba sus macabros planes:
Aquell que mori intentant agafar la mà de la persona a qui estimi sempre obrarà millor que aquell que no ho intenti. En definitiva, morir tots ho farem. Els que tindrem sort serem aquells que en fer-ho tindrem en les nostres mans aquelles en les que somniem i desitgem. Hi haurà sort? «Chi lo sa?» Però és preferible a la millor assegurança d’enterrament.
Alfons Quintà. La sort de morir agafant la mà estimada