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Cuando vuelas lejos, lo ves todo más claro

Imagina una historia conmovedora, unos protagonistas inspiradores, una fotografía fabulosa, una historia que promete. Escenas que permanecen en tu cabeza en un viaje en coche de Valencia a Rumanía que está repleto de matices existenciales y un punto de emoción.

Sí, todo eso es ‘Pájaros’, la última película de Pau Durà, un regalo para Luis Zahera y Javier Gutiérrez, seguramente dos de los mejores actores españoles de la actualidad. Dos personajes, Mario y Colombo, que juegan sus cartas y muestran el declive de su masculinidad, con más sombras que luces; dos tipos que se embarcan en una ‘road movie’ para buscar su redención y afrontar sus demonios internos.

También a otro nivel está la fotografía de David Omedes, capaz de proyectar sensaciones a través de momentos icónicos que sitúan a la perfección el estado de la historia.

Con todos estos ingredientes, ‘Pájaros’ tendría que ser una de las películas del año, pero no lo es.  Es de esas historias inspiradoras que lo tienen todo, pero que no aciertan en lo primordial: el guión, que funciona muchas veces por la inercia de los personajes, pero que no está cosido al patrón que sustenta la historia.

Los momentos de ‘Pájaros’ funcionan bien aisladamente, pero el pegamento no los engancha, son como retazos de una tela maravillosa que no acaban de integrarse en el todo y por eso da la sensación de qué podría haberse resuelto de otra manera y completar el vacío generado.

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Los esfuerzos, cuando se suman, se multiplican