El último abrazo

 

Dicen que todos tenemos un reloj que desgrana los segundos, los minutos y las horas de una cuenta que sabemos cuando se inicia, pero nunca cuando acaba. Dicen que todo está escrito y que no puedes hacer nada para variar tu destino, pero es una mentira más.

Cortázar sugiere una solución: «sujetar el reloj con una mano, tomar con dos dedos la llave de la cuerda y remontarla suavemente«. A mi se me ocurre otra, abandonar el reloj a su suerte en la mesita de noche, quitarle la pila, en el caso de que se trate de un reloj digital, o dejar de darle cuerda hasta que el segundero se detenga para siempre, sin miedo, sin mirar nunca las agujas. Solo así dominarás el tiempo y nunca tendrás que preocuparte de nada más.

Dicen que un día el reloj se detiene y que después de ese fundido en negro, no queda nada. También dicen que el dolor más intenso permanece en el recuerdo de la persona que le dio el último abrazo.

La foto es de Matthew Henry

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