Dicen que somos el resultado de las personas con las que nos rodeamos, que siempre tenemos que tener a nuestro lado a personas que nos enriquezcan, que nos aporten, que puedan equilibrar nuestra mente en momentos complejos y que te apoyen, pero no podemos engañarnos, en el fondo la vida es un juego de casualidades, un gran tablero con dados, sobre un tapete de terciopelo de colores y todos estamos al albur de la combinación que el cubo aleatoriamente elija.
Claro que existen una serie de componentes que pueden hacer variar esa percepción, la familia y la educación entre ellos, que pueden ayudar a que aparezca un seis en lugar de un uno y siempre hay un resquicio a pensar que también es importante saber tirar los dados.
Somos la solución y el problema. Relativizar es la clave y pensar siempre que es imposible controlar las circunstancias y mucho menos las personas que nos rodean. Antes hablaba del símil de los dados y el terciopelo rojo donde se decide todo, ahora me viene a la cabeza el de la preocupación que nos genera subirnos a un avión ante el temor de un accidente…
Siempre he pensado que todo aquello que no podemos controlar, no tiene que merecer nuestra atención. La angustia que se crea antes y, sobre todo, durante el vuelo nos genera una tensión que puede entretener nuestra mente en pensamientos negativos durante mucho tiempo. Así que tú eliges.
Y si es imposible controlar las circunstancias, aun lo es más con las personas. Intenta controlarte a ti mismo, tus relaciones y tus reacciones. Respeta para que te respeten y busca las respuestas a todo en los silencios, que es la manera de revisar el estado de tu relación contigo mismo. Lo único que tiene que importarte.
La foto es de Moritz Kindler