Volví a pisar aquella subida, la curva a la derecha, el árbol que me recuerda la secuencia y volvió a desplomarse todo. Se cayó mi mundo, el engaño construido a base de buenos propósitos, de pensamientos positivos y de intentar encarar cada día como si nada hubiera pasado. ¿Cómo si nada hubiera pasado? Te das cuenta de que algo no funciona cuando te molesta compartir tus pensamientos, cuando prefieres el silencio, cuando sientes un vacío interior y que el mejor refugio está en poner la mente en blanco y dejarte ir.
Nos movemos por sugestión, conseguimos engañarnos a base de buenos propósitos hasta que un clic vuelve a desatar la bestia interior. Ni te puedes concentrar ni te apetece , no sabes disimular y no encuentras la motivación necesaria más allá de calarte los pedales y sentir el dolor en las piernas.
Construí la teoría de la cómoda, la de ir cerrando cajones para poner mi mente en orden, pero en cuanto se ha abierto uno, el resto ha dejado de encajar. Y es que como dice la canción «parece que el destino se burla de nosotros, no nos da nada y nos lo promete todo«.
La foto es Olia Gozha