¿Recuerdan aquel anuncio de hace unos años en los que la multinacional del bumerán presentaba a jugadores con futuro con la etiqueta Recuerda mi nombre? Pues eso ocurrirá con Elena Blanco, la detective creada desde el ingenio de Carmen Mola, una escritora (o escritor) cuya identidad se desconoce y que ha publicado tres novelas (La novia gitana, La red púrpura y La nena) para situar la novela negra en otro plano.
«Tengo cincuenta años, un piso en la plaza Mayor de Madrid y una cámara en el balcón de mi casa. Dirijo la Brigada de Análisis de Casos (BAC), una unidad de elite de la Policía que se encarga de casos especiales. Mi vida tuvo un antes y un después de la desaparición de mi hijo. Estoy separada de Abel, mi exmarido que es productor de vino y que se fue a vivir a Urueña (Valladolid) junto con Gabriella, su novia brasileña.
Soy solitaria, me encanta la grappa, asidua de los karaokes y de las canciones italianas de Mina, tengo una Lada Riva rojo, un Mercedes 250 berlina de color gris, que me compré para poder viajar con comodidad, pero que está prácticamente nuevo. Me gusta mantener relaciones sexuales en todoterrenos y en un aparcamiento en particular.
Me encantan los bocatas de calamares, sobre todo los que me sirve Juanito, mi camarero rumano favorito, pero también los minis de pan con tomate. Uno de mis pasatiempos es leer los epitafios de las tumbas en mis paseos por los cementerios. Muchas mañanas pienso en abandonar la Policía, pero sé que tengo una misión por cumplir y hasta que no cierre el círculo estaré al frente de la BAC, aunque muchas veces pienso que ese círculo se cerrará para abrir otros. Ceno lasañas congeladas que compro a última hora en cualquier paqui y me las caliento en el microondas.
En ‘La novia gitana‘, Susana Macaya, de origen gitano, pero educada como una paya, desaparece tras su fiesta de despedida de soltera. Su cuerpo aparece dos días con evidentes síntomas de tortura, siguiendo un ritual insólito, el mismo que su hermana Lara sufrió siete años antes también antes de su boda. Si el asesino de Lara está en prisión desde entonces, quién ha sido el responsable de este asesinato.
Al principio parece un juego. Alguien ha encerrado al niño en un lugar oscuro y él tiene que intentar salir de allí por sus propios medios. Lo primero sería encontrar el interruptor de la luz, pero el niño no lo busca porque piensa que la puerta se va a abrir en cualquier momento. La puerta no se abre. También puede ser un concurso de resistencia, gana el que pasa más tiempo en silencio, el que no pide ayuda. El niño pega la oreja a la puerta de madera, desportillada. Oye un ruido ensordecedor, una moto que arranca y se aleja. Entonces comprende que está solo. Si empezara a gritar, notaría el eco de su voz en ese espacio lóbrego, lleno de polvo y humedad; pero está tan asustado que no le sale ni el llanto.
En ‘La red púrpura‘, Blanco se enfrenta a sus demonios. Recibe un vídeo en su teléfono y todo apunta a que el protagonista pudiera ser, Lucas, su hijo que está desaparecido desde hace años. La acción se adentra en las sesiones de ‘snuff movies‘ y en el mundo sórdido de la ‘deep web‘
Un día tórrido de verano la inspectora Elena Blanco, al frente de la Brigada de Análisis de Casos, irrumpe en la vivienda de una familia de clase media y llega hasta la habitación del hijo adolescente. En la pantalla de su ordenador se confirma lo que temían: el chico está viendo una sesión snuff en directo en la que dos encapuchados torturan a una chica. Impotentes, presencian cómo el sádico espectáculo continúa hasta la muerte de la víctima de la que, de momento, no conocen el nombre.
La trama de ‘La nena‘ es tan negra, pero más compleja que las dos anteriores. El nivel de adicción a su lectura ha resultado bastante superior al de los dos casos anteriores y me he quedado con la sensación de que, afortunadamente, habrá una continuidad en la serie. También tengo la impresión que Carmen Mola no es un autora, sino un autor. Igual nunca lo sabremos.
La foto es Gabriel Bassino