Clara Stauffer Loewe, española y alemana, falangista y nazi, ayudó a 800 criminales de guerra a burlar la justicia internacional a partir de 1945 en la red bautizada con su nombre y con sede social en su piso de Madrid (Galileo, 14).
En 1944, en una entrevista publicada en el Daily Express y publicitada por la BBC, Clarita (como así era conocida) se jactaba de ayudar a refugiados alemanes huidos («siempre que no fueran comunistas«) con el apoyo de las autoridades franquistas, la iglesia católica , que le regalaba partidas de bautismo falsas para hacer pasaportes de Cruz Roja Internacional, y del Vaticano. Pese a que el Servicio de Inteligencia Británico la incluyó en una lista de 107 extraditables, Franco siempre la protegió y murió a los 80 años en Madrid.
Esta es la historia que cuenta «Los pacientes del doctor García«, una novela de Almudena Grandes en la que desfilan fascistas como Ante Pavelic, Maria Petacci o Leon Degrelle, todos ellos protegidos por Franco. Desde que leí «El corazón helado«, el único libro con el que he llorado, Almudena Grandes se ha convertido en mi escritora favorita.
El texto de «Los pacientes….» está al alcance de muy pocos, porque es capaz de conseguir un equilibrio perfecto entre libertad creativa y verdad histórica.
Ninguno de los dos usaba su verdadero nombre, aunque cada uno llamaba al otro por su nombre auténtico. Yo le debía la vida, él me la debía a mí. Al vernos, sanos y vigorosos todavía, dos padres de familia vestidos como señores, nadie habría adivinado que nos habíamos hundido juntos, que habíamos tocado el fondo de la última derrota con las plantas de los pies. Ambos eran conscientes de que aquel largo fracaso compartido, pero durante un instante volvimos a ser fuertes, volvimos a ser jóvenes y poderosos, tan intactos como nuestra fe, la esperanza que nos había unido para siempre antes de abandonarnos en la cuneta donde lloriqueaban los pobres imbéciles, los niños torpes, los adultos sin suerte…