La foto es de David Rengel
Blandiendo sus cámaras o sus teléfonos móviles de última generación, decididos a cumplir con el programa del día, los turistas aparecen en un basurero para inmortalizar a los niños que allí se buscan la vida. Colores y olores corrompidos por las toneladas de basura que cada día llegan a Anlong Pi (Camboya), a unos 30 kilómetros de las maravillas de Angkor, y que difícilmente se disimulan con el protector que lucen para respirar.
Nubes tóxicas y pilas de desechos removidas una y mil veces por niños que deambulan en medio de la miseria. Muchos de ellos descalzos, los más afortunados con unas raidas botas encontradas en un día de suerte.
Los niños curiosean y sonríen con la esperanza de conseguir algo que llevarse a la boca. Los turistas andan decididos a captar ese instante sin inmortarles nada más que cumplir su programa. Todo vale para captar una buena imagen entre clavos oxidados, nubes tóxicas de desechos y ese sonido de la naturaleza que no puede disimular el gran drama que cada día se vive allí.
Cada día a Anlong Pi llegan furgonetas con turistas. Cada día en el vertedero, crecen menos flores.
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