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Volver

Al final, moriremos todos vencidos por el único enemigo que es capaz de doblegarnos: la muerte que se disfraza, saluda y se volatiliza después.

Fármaco. Almudena Sánchez

Volver, no más fuerte, sino con la intención de no caer de nuevo en los mismos errores. Ese es mi objetivo. He aprendido mucho en los últimos meses. Sé quien está a mi lado y me importa, quien me da la mano en el camino y quien comparte vagón en los desplazamientos. Y establecer esa diferencia, es primordial.

También a no juzgar, a no opinar y a ponerme en el lugar del otro. He descubierto que se puede dormir en paz, a disfrutar del silencio, a contemplar cómo pasa la vida y qué me había llevado a ese proceso de destrucción diario. Las palabras me han enseñado su poder curativo; la música, la manera de concentrarme. Me he acercado a los podcast y a series que ni en diez vidas podía soñar con seguirlas.

Pero sobre todo he aprendido a respirar. A llenar los pulmones y a vaciarlos lentamente; a aislar pensamientos negativos y a conocerme un poco más desde aquel momento en el que un imperceptible movimiento despertó una extremidad, imperceptible porque apenas es un leve movimiento, pero no es así. No es imperceptible porque estás dormido y te despiertas, no es leve porque es continuado. La mano tiene un movimiento libre, que no puedes controlar a no ser que la sujetes con la otra.

Ahora sé por qué el corazón se aceleraba y que no podía tomar aire cuando intentaba regular el ritmo cardiaco. Los espasmos musculares se sucedían y la cabeza iba a mil. Un pensamiento negativo me trasladaba a otro, las horas se iban consumiendo y no sabía por qué había ido a parar a aquella situación, seguramente negativa, también.

Y cuando la situación se repite y te vistes de negatividad, y acudes a una visita rutinaria para renovar tu plan de medicación semestral, la doctora de cabecera te dice que tienes que parar. Analiza la situación y te hace ver el laberinto en el que te encuentras, el porqué de los espasmos musculares, el motivo de los pensamientos negativos, pero sobre todo por qué no puedes salir del bucle.

Hay que entrar en boxes y repararlo todo, especialmente el alma. Reconstruir el alma requiere tiempo y muchos esfuerzos, justo cuando las fuerzas están por los suelos y la pandemia nos ha llevado a todos a un sinsentido diario. Por eso te regalan tiempo, casi todo el del mundo para reconstruir el destrozo y volver a la carrera, no con una reparación de chapa y pintura, sino con el motor renovado.

Uno, dos, tres… siete, ocho, nueve meses. Terapia y medicación, relativizar, saber lo que quieres y lo que no. Repensar tu vida y disfrutar de los que tienes al lado; no juzgar a nadie y dormir en paz. Dicen que los peores males son los que no se curan porque no sabes que existen. Ahora he comprendido que los míos llevaban unos años latentes, pero ahora tengo todas las herramientas para combatirlos.

Han sido meses de muchos kilómetros en bicicleta, de horas de terapia, de comprimidos completos que luego se parten, y de satisfacción por haber completado ese proyecto personal que de otra forma habría sido imposible finalizar. La lista de agradecimientos es tan extensa, que tan solo se me ocurre dar gracias a la vida.

La foto es de Ben Taylor en Pexels

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La frase

Cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que desea, ¿Sabes qué pasa? Que acaba por no saber incluso lo que quiere