¿Te imaginas observar sin juzgar, aceptar sin resistir, entrenar tu mente para alejar el ruido que se genera a tu alrededor y que se transforma muchas veces en ansiedad, miedo o estrés?
Leo a Ryushun Kusanagi y pienso que tenía que haberlo hecho mucho antes. Me hubiera ayudado a simplificar mucho antes mis prioridades y a interiorizar que determinados estadios personales -el dolor, la alegría, el éxito o el fracaso- no son más que situaciones pasajeras.
Dice que las preocupaciones surgen de nuestros pensamientos internos más allá de los eventos externos y que la reacción emocional a la que nos llevan son el origen del sufrimiento, pero también que “hay que dejar las reacciones del otro en manos del otro”, porque son suyas y esa es la manera de conseguir que ni te ofendan ni te duelan.
«Si quieres ser feliz, atesora reacciones placenteras»
Para Kusanagi funcionan los anclajes a la realidad que se consiguen a partir de la verbalización de los estados emocionales y en su filosofía zen es muy importante la máxima: “Si no quieres ser infeliz, no reacciones de manera desagradable; y, si quieres ser feliz, atesora reacciones placenteras”. Tan simple como complejo.
Ante la angustia o el estrés propone cerrar los ojos, sentir tu respiración e imaginar una luz al final del túnel. “Miremos esa oscuridad y veremos nuestra propia mente. Ese es el ciclo de la vida real, volver atrás y dar de nuevo un paso hacia adelante tantas veces al día como sea necesario”.
Pero no todo es tan simple. El gran problema con el que nos enfrentamos son las ilusiones que califica como “el verdadero enemigo”, desde la búsqueda constante de validación en redes sociales hasta el miedo irracional a envejecer.
“Queremos parecernos a otros, ser más guapos y más ricos, pero esa ilusión nos atrapa y nos hace ese sufrir. No se trata de eliminar ese deseo, sino de no convertirlo en el centro de nuestra vida”, nos dice.
Y no da otro consejo: “Si dejas de intentar gustar a todos, sentirás que estás viviendo de verdad”.
La foto es de Karsten Winegeart