Leo las reflexiones de Carlos de Andrés y me reflejo en ellas. Su recorrido periodístico demuestra el punto en el que se encuentra este oficio y la deriva que lo llevará a su desaparición porque nadie ya va a arreglarlo.
Su historia profesional, salvando todas las distancias, tiene muchas similitudes con la mía. Somos coetáneos -yo un año mayor- y hemos vivido en dos medios públicos (EFE y RTVE), el auge y la caída del periodismo clásico.
También empecé como un especialista, en mi caso en baloncesto, también tuve -y tengo- que gestionar equipos, aunque en mi caso uno muchísimo más modesto, y también lo he hecho desde Barcelona y en un medio público, a la sombra alargada de Madrid.
También he vivido el gran momento del periodismo. El que se hacía en los noventa y en la siguiente década y que empezó su caída con la crisis de 2008, una caída de la que no se ha recuperado ni honestamente creo que lo haga.
He vivido el gran cambio tecnológico, de los teletipos a la transmisión vía telex, del fax con papel térmico a internet; de coger los textos por teléfono a dictarlos, de enviarlos primero con una vetusta ‘Tandy’, en la que me convertí prácticamente en un especialista en desbrozar teléfonos, hasta hacerlo con un moderno portátil.
He pasado del modem ADSL a la Fibra, internet lo utilicé por primera vez en los Juegos de Atlanta, casi treinta años ya. Pero todo ese cambio tecnológico que ha mejorado enormemente la vida de los periodistas, también ha deteriorado la esencia del oficio.
¿Por qué? Porque permite seguirlo todo a distancia, sin presencialidad. Es impersonal, sin conexión con las fuentes y sin interactuar con ellas, las historias no fluyen. Además, como cuenta Carlos, los periodistas ya no viajan y como no lo hacen, las fuentes no conocen a los periodistas, que escriben sobre temas que no trabajan sobre el terreno, ni tampoco se genera confianza.
¿Qué información vamos a ofrecer desde la distancia? Y además, ¿quién va a pagar por ella si no tiene un valor diferencial? Porque otro de los grandes problemas planteados en este negocio se generó cuando la información eran un “gratis total”. Pasado un tiempo, ¿quién iba a pagar por ella? ¿Por qué creéis que hemos pasado de generar historias e información a sustituirlas por tertulias con parlanchines sabelotodo?
Ese es el low cost, la herencia que vamos a dejar a los jóvenes periodistas, que en muchos casos no sabrán moverse en la distancia corta porque están acostumbrados a que su vida también se mueve en parámetros de relaciones interpuestas por unas apps. Ellos se sorprenderían si les contaras que en la época de los teléfonos fijos, la figura capital en el flujo informativo era la de la secretaria de turno, que era quien tenía la llave para poderte comunicarte con la fuente principal. Otros tiempos.
La entrevista a Carlos de Andrés, aquí