Recupero un texto del admirado Carles Capdevila sobre las prioridades vitales y le sigo dando vueltas sobre la fragilidad humana. Habla de que la histeria y las pesadillas te invaden cuando recibes un batacazo emocional, pero también que ese momento es efímero porque siempre la serenidad va en tu rescate y es cuando comprendes que estas son las reglas de la vida.
Y ahí he empezado a darle vueltas a ese concepto, pensando en lo vivido el último verano, porque cuando ves que todo se viene abajo, te agarras a la vida, pero no por ti, sino por tus hijos o por tus padres, por los que te rodean, lloras mucho en poco tiempo por lo que realmente es importante.
En paralelo, te das cuenta de que durante casi toda tu vida has dedicado buena parte de tus energías y de tu tiempo a cosas por las que en esos momentos tan complejos no dedicarías ni un segundo, ni una lágrima. Y esa es la clave de todo. Cuando por fin lo entiendes, no volverás a cambiar de pensamiento y, además, lo habrás fijado para siempre.
En esos momentos, en los que tu cabeza se despierta de madrugada y empiezan los pensamientos negativos en bucle, sales adelante gracias al apoyo incondicional de los que tienes a tu lado y te das cuenta que la vida te ha empezado a devolver todo lo que le has dado y le das, en un camino sin retorno para seguir de la misma manera en la que has llegado hasta aquí: siendo como has sido siempre.
Y creo que aunque aún no lo sabes, esos momentos que estás a punto de superar te llevarán a ser aún mejor. Te darás cuenta de quién tienes a tu lado, pero sobre todo qué significas para muchas personas y eso te hará creer de nuevo en ti mismo, en comprender que, de una vez y por todas, estás por encima de situaciones y complicaciones.
La foto es de Antonio Poveda Montes en Unsplash