A un inmortal

torre2Alguien escribió que las buenas personas son inmortales, simplemente porque nada ni nadie pueden destruir sus recuerdos, los de aquellas fotos en blanco y negro que algún día fueron una maravillosa realidad en color.

Eres inmortal cuando vives en la mente de otro y cuando a tantos otros se les ilumina la mirada rememorando tus momentos. Una sonrisa, siempre un sí por respuesta; un corazón muy grande y esa generosidad con la que te has despedido hoy, poco a poco, sin hacer ruido.

Para mí serás siempre un referente. Vivías en un mundo que no era el mío y siempre formarás parte de mi memoria infantil. Aún recuerdo aquel primer viaje en moto o aquella vez que me dejaste conducir aquel cuidado 600 rojo del que aún hoy soy capaz hasta de recordar la matrícula y también del primer partido que vi en una televisión en color, sí fue en tu casa, una final de la Recopa en 1979.

Recuerdos de salitre y arena, de maravillosos veranos en bicicleta. Tardes de mar y de rocas, noches de paseos a la luz de la luna, de sesiones golfas de cine y de partidas de dominó, de baños en el Mediterráneo, de ese mar que siempre será el tuyo, aunque hoy ya no estés.

Aunque no haya más lágrimas para llorar, es el momento de celebrar la vida, de pensar en todas las vivencias que nos has regalado y que ya nunca se desvanecerán. Es el momento de levantar la cabeza y recordar cómo disfrutaste cada momento, cómo nos regalaste cada instante de tu vida y como todos los que te rodearon siempre estarán orgullosos de ti. Hoy se ha ido una buena persona, alguien que regalaba sonrisas y que siempre estará en nuestros corazones. Alguien me dijo que las buenas personas son inmortales. Tú lo eres. Gracias.

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