Hace diez años estuvimos unos días de vacaciones en Nueva York. Recuerdo que David Valenzuela, antes de triunfar a lo grande en la CNN, estaba trabajando en la oficina que EFE tiene en Naciones Unidas y me hizo unas recomendaciones de la ciudad. Una de ellas fue la localización de un punto en Brooklyn para fotografiar el ‘skyline’ de la Gran Manzana. Después de unas cuantas vueltas, dimos con el lugar. También con unos particulares personajes, vestidos de negro y que llenaban Lee Avenue.
Descubrir la historia de Unorthodox en estos días de confinamiento puede ser tan buena (o tan mala idea) como leer ahora alguna novela de Haruki Murakami, todo depende de tu estado de ánimo.
En mi caso me ha servido para echar un vistazo en la mirilla del universo de la comunidad judía ultraortodoxa de Nueva York, que se trasladó a Nueva York desde Hungría tras la II Guerra Mundial para instalarse en el sur del barrio de Williamsburg, en pleno Brooklyn.
La historia está inspirada en el libro de Deborah Feldman, autora de Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots y que durante un tiempo estuvo atrapada en el mundo de los Satmar, un universo tan atípico como real, antes de decidir abandonar ese paraguas.
La serie de cuatro capítulos te atrapa desde la iconografía hasta la trama. Personajes que hablan yiddish, hombres que lucen tirabuzones en el lateral de la cabeza y cada sabbath presumen de sus shtreimel, unos sombreros de visón de mil dólares frente a sus mujeres, rapadas, que están obligadas a llevar pelucas desde muy jóvenes y llevan vestidos sacados del ropero de otro siglo.
Es un ejercicio cruel sobre la preeminencia del hombre sobre la mujer, que no recibe educación y su principal cometido en la vida es cuidar a la prole, porque las familias Satmar tienen un promedio superior a los ocho hijos, con la idea de «recuperar» las vidas perdidas en el Holocausto.
En esas circunstancias, ¿cómo las mujeres pueden abandonar ese laberinto? Carentes de educación, sin independencia económica ni mecanismos de relación social para moverse lejos de la comunidad, son prácticamente un cero a la izquierda.
Las mujeres se rapan la cabeza tras su boda y llevan unas pelucas conocidas como ‘sheitel‘, curiosa manera de solucionar un problema planteado por la ley judía, que dicta que está prohibido mostrar en público el pelo propio, pero nada dice sobre las pelucas.
Ellas no pueden cantar delante de los hombres, porque significa una incitación al pecado; cuando pasean por la calle lo hacen junto a sus hijos por la acera contraria que sus maridos; ellas cuando viajan en autobús, lo hacen en vehículos diferentes a los de ellos; mientras tengan la regla, como son impuras, no pueden dormir con sus maridos ni tampoco tocarlos; es el rabino quien elige las parejas y mientras ellos trabajan, ellas se quedan en casa haciendo labores o rezando.
Unorthodox es una historia que te golpea, como admite Feldman en una entrevista en El País, aunque también podría tener su punto de exceso, tal y como cuenta Frieda Vizel, que también abandonó una comunidad Satmar. En cualquier caso, es de esas historias que parecen sacadas de la ficción por muy reales que sean.