Desde hace 35 años, Antonello Tonna no hace otra cosa. Va de aquí para allá. Regala recuerdos en forma de canciones, emociones transmitidas pulsando el teclado de su piano. Así lo ha hecho siempre en Sicilia, donde nació, o donde las notas le han llevado, a Israel o al Caribe, a Porto Cervo o a Montecarlo.
Pero Tonna no será recordado por amenizar atardeceres en Punta Cana o por ser la música de fondo de noches de abusos etílicos en medio de cualquier mar. Antonello estaba donde no debía, al menos en dos ocasiones, y en ambas el destino le ha guiñado el ojo.
El 13 de enero de 2012, Antonello Tonna formaba parte de la tripulación del ‘Costa Corcordia’ y fue uno de los 4198 supervivientes de aquel accidente frente a la isla de Giglio. Él tocaba en el barco que comandaba Francesco Schettino.
Hace un par de días, sus notas seguían sonando en el auditorio del ‘Costa Fascinosa’. Horas después, un ataque yihadista contra el Parlamento y el Museo del Bardo de Túnez causó 19 muertos. Tonna quedó marcado por el primer suceso y le costó volverse a embarcar. Pero volvió a hacerlo, su contrato como pianista empezó el 12 de diciembre y acababa el 31 de marzo.
Al menos en dos momentos de su vida, Tonna habrá recordado en pocos segundos toda su vida. Sus progresos con un Casiotone o las puestas de sol infinitas en su Taormina natal. Y es que Antonello ya no solo sabe hacer una cosa, la vida le sonríe y ¿la muerte?… La muerte le ha guiñado dos veces el ojo.