Evoco la Fonda Almayer y me acuerdo de Xavi Bertral, de su blog y de los buenos momentos vividos en EFE, aunque él ahora ya juega en otra liga.
La Almayer está perdida en lo alto de un acantilado, frente al mar, y es un lugar al que van a parar las personas que necesitan imperativamente el mar, por el motivo que sea, personas tan solitarias como la propia fonda, un escenario creado por Alessandro Baricco en Oceáno Mar. La primera obra de Baricco que conocí fue Seda y es una novela que no deja indiferente.
En la fonda conviven Plasson, un pintor que pinta el mar con agua de mar y que su anhelo es descubrir dónde comienza el mar; y el profesor Bartleboom, que es un curioso científico que estudia no dónde comienza, sino dónde acaba el mar, y mientras tanto se entretiene escribiendo cartas de amor para una amante desconocida.
También están instaladas Anna Deverià, a quien han confinado allí para que el aislamiento y el mar la curen del adulterio, y Elisewin, una delicada joven que teme por todo en vida. Está en la Almayer porque los médicos le han recetado baños de mar para curar sus miedos.
En el trasfondo de todo, Thomas espera pacientemente su momento, cómo consumar en silencio una venganza que lleva tiempo esperando
Después no es que la vida vaya como tú te la imaginas. Sigue su camino. Y tú el tuyo. Y no son el mismo camino. Es así… No es que yo quisiera ser feliz, eso no. Quería… salvarme, eso es, salvarme. Pero comprendí tarde porque lado había que ir: por el lado de los deseos. Uno espera que sean otras cosas las que salven a la gente: el deber, la honestidad, ser buenos, ser justos. No, los deseos son los que nos salvan. Son lo único verdadero. Si estás con ellos, te salvarás. Pero lo comprendí demasiado tarde. Si a la vida le das tiempo, muestra extraños recovecos, inexorables: y adviertes que, llegado ese momento, no puedes desear nada sin hacerte daño. Y ahí se desbarata todo, no hay manera de escapar, cuanto más te revuelves, más se enmaraña la red; cuanto más te rebelas, más te hieres. No se puede salir. Cuando ya era demasiado tarde, yo empecé a desear. Con todas mis fuerzas. Me hice mucho daño, como tú no te puedes siquiera imaginar.
(Alessandro Baricco, Oceano Mare).