Se apaga la luz y sientes una terrible ansia para que el nuevo día aparezca cuanto antes. El corazón se acelera y esperas que su ritmo se desvanezca pasados unos segundos, pero todo acaba con un latido compartido en tu cerebro horas después y un duermevela eterno que te agota.
Cuando la luz, tu luz se apaga, solo queda encontrar el camino, buscar la salida del laberinto y acertar con el clic del interruptor para poner todo en su sitio. Mientras tanto, todo discurre a cámara lenta, recreando una realidad paralela.
La foto es de Fabian Møller