Un vecino mayor cruzaba a diario la frontera entre Galicia y Portugal en bicicleta, cargando siempre un saco al hombro. Cada vez que atravesaba a raia, la Guardia Civil le daba el alto y le preguntaba qué llevaba en el saco. El hombre, paciente y educado, mostraba siempre el contenido: «es solo carbón«, explicaba. Y los agentes, mosqueados, lo dejaban pasar. En el otro lado se repetía la escena: la Guardia de Finanzas portuguesa (conocidos por los vecinos como guardinhas) también registraba el saco del hombre y lo dejaban seguir pedaleando.
La misma escena se repitió durante años ante el malestar creciente de los guardias fronterizos. No solo eran incapaces de encontrarle material de contrabando, sino que en cada nueva pesquisa se manchaban el uniforme de carbón. Como en el cuento de Poe, en el que la Policía registra minuciosamente una casa en busca de una carta que ha estado todo ese tiempo en primer plano, el secreto del hombre de a raia estuvo todos esos años a la vista.
Nacho Carretero. 2015. Fariña
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