Segundo mes

Alguna vez, aun con el corazón encogido, había sido capaz de recuperar aquellos mensajes de WhatsApp, no solo los de la noche anterior, sino también de unos cuantos años antes, testigos ahora mudos de aquella amistad que habían cimentado mucho tiempo atrás, sentados en aquel frío patio de La Salle o en aquellas tardes de sábado mientras esperaban que acabaran las actividades del ‘esplai SESA‘.

Ya han pasado dos meses y las imágenes de aquella mañana siguen nítidas en la cabeza. Además del dolor, sigue sintiendo el puñal de la culpabilidad, aunque intenten convencerlo que no es así.

Todo tiene que ver con la pena por lo que podía haber sido y ya nunca será. Hace tiempo que habían comentado una lectura que les había marcado, ahora recuerda la frase y la siente premonitoria: «La expectativa de felicidad es más intensa que la propia felicidad» y así en un bucle infinito se deshace el día y nace el siguiente.

La foto es de Derek Thomson

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Los esfuerzos, cuando se suman, se multiplican