Pensaba que todo iba de ir cerrando círculos, de acabar lo que había quedado pendiente para buscar una paz interior que no acabo de encontrar.
Pero ahora sé que nunca va a ser así. Lo compruebo cada día y lo volví a vivir durante estos últimos días en Roma, en ese viaje que planeaste como una escapada romántica y que acabó convirtiéndose en una salida para recordarte.
Y es que has vuelo a estar presente cada vez que nos sentábamos en la mesa, en cada maratoniano paseo por esas callejuelas que tanto han gustado a Ana. Cada vez que Maria Hernández nos ofrecía alguna sabia precisión del Coliseo o del Foro esperaba tu punto de vista y así en muchos momentos del día.
Te hubiera encantado el apartamento en Via Ripetta y pagaría por haber escuchado tus irónicos comentarios sobre la particular visión de la vida de nuestros vecinos de mesa en el Trastevere.
No estás pero te noto cercano. Cada vez me siento más tranquilo, como hoy, porque por fin sé que nunca podré cerrar el círculo, simplemente porque nos han quedado tantas historias, tantas conversaciones pendientes, que puedo recrearlas tan solo cerrando los ojos.