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El juego de la oca

Encajar contigo mismo, sin quejas y sin excusas, para estar en paz. En esta sencilla reflexión está la clave de todo, pero llegar a ese punto no es nada sencillo. ¿Por qué? Porque nos movemos por sensaciones y nos protegemos de nuestros miedos. Miedos a veces desconocidos y otros tan recurrentes que temblamos nada más pensar que una situación no deseada puede volverse a repetir.

Desde hace unos meses mi vida la visualizo como un gran tablero del juego de la oca. Todo puede fluir cuando avanzas, aunque sea de casilla en casilla. Se trata de disfrutar del camino, puedes abandonar la zona de confort o mantenerte en ella, todo dependerá de las circunstancias y del momento.

El caudal de adrenalina aumenta cuando enlazas cincos y cuatros, encadenas ocas, llegas a la casilla de los dados, topas con un puente y te dejas llevar por la corriente… Cualquier podría firmar una progresión así, o tal vez no sea necesario.

El problema siempre es retroceder, no por la sensación de fracaso -que también se podría generar-, sino porque emocionalmente podríamos no estar preparados para revivir situaciones que pensamos ya superadas. Con independencia del azar, que es el gran componente vital que nunca podremos dominar y que por lo tanto siempre nos sorprenderá, la sensación de pasar por las mismas casillas del tablero nos generará desazón, porque ¿quién está dispuesto a afrontar experiencias vitales ya vividas sin tener la sensación de que se encuentra en un bucle infinito?

Desde hace unos cuantos meses me dedico a expirar y a inspirar; a sentir cómo el aire fresco llena mis pulmones y a regular las pulsaciones mientras dejas ir el aire sobrante, en ese momento mágico en el que no puedes pensar en nada más y ese pequeño vahído te invita a sentirte bien.

Nos alimentamos de la ilusión y los proyectos propios son la gasolina para mirar adelante, poco a poco, casilla a casilla. Cuando tengo dudas bajo la cabeza, giro mi muñeca izquierda y compruebo que el mensaje impreso en mi piel me recuerda cómo actuar: Carpe diem.

La foto es de Foto de Christopher Paul High en Unsplash

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