Muchos días me miro en el espejo y no me reconozco. La mirada es la de un desconocido, las canas se han multiplicado, unos días la barba descuidada denota mi estado, otras ese pelo que hace meses que no pasa por el barbero. Me da igual.
Han pasado cinco meses y mi estado actual oscila entre el cielo y el suelo, unos días arriba, otros aquí abajo. Hacía tiempo que no aparecía por aquí, ahora prefiero hablar en voz baja, susurrarte reflexiones al viento.
Han pasado cinco meses ya y no acabo de comprender nada, no acierto a entender porqué somos tan frágiles, porqué te fuiste tan pronto y de aquella manera.
Han pasado cinco meses y el vacío es muy grande y no se acaba de llenar.
Nos hemos quedado huérfanos, sin esa lucidez que nos daba otra perspectiva, sin poder ver el brillo de tus ojos cuando hablabas de Ana o cuando recordabas el último estreno en el Liceu o la última genialidad de Leo.
Ya lo ves. La gran putada de la vida es que te regala momentos y personas para arrancártelos cuando menos te lo esperas, en un juego que conoces su final, pero nunca lo que puede ocurrir al doblar cualquier esquina.
A primera hora de hoy, con la pereza del ferragosto, te hubiera enviado ese mensaje para felicitarte por tu cumpleaños, un mensaje que ya nunca más tendrá respuesta, las mismas que no encuentro desde aquel 16 de marzo.
La foto es mía