Es ‘La Isla mínima‘ una agradable sorpresa. Una película negra y redonda con una fotografía inmejorable, un guión equilibrado y muy bien contextualizada. Unos asesinatos en serie en la España de los ochenta, la dualidad de dos policías en los primeros años de la democracia en España que investigan en un pueblecito de las marismas del Guadalquivir «un sitio que se traga a la gente, un día estás hasta que de repente desaparece«.
Dirigida por Alberto Rodríguez, es un dibujo de aquella época. Una historia de usos y costumbres, de un poli bueno y de otro malo, de un demócrata y de otro salido de las alcantarillas del franquismo. El trabajo de Raúl Arévalo y de Javier Gutiérrez es creíble, como la ambientación y la escenografía, que te lleva a un pueblo escondido entre los arrozales del Guadalquivir donde todo vale, y también el contexto social.
En ese entorno mínimo en el que todos se conocen se mezclan la droga y el proxenetismo, la violencia machista y la lucha sindical. Es una historia coral con más de 40 personajes en la que todo te atrapa y que al final, todo más o menos cuadra.
‘La Isla Mínima‘ tiene alguna reminiscencias de ‘True Detective‘. La historia, las desapariciones de chicas, la fotografía de los arrozales y hasta ese bigote de Arévalo que nos recuerda al de Matthew McConaughey. Me ha encantado.
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