Cuanto menos había conseguido controlar su estado anímico, no todo era siempre negro, ya habían aparecido algunos grises. Incluso algunos días se alegraba al ver el sol y sonreía recordándole, pero no acababa de ser el de siempre.
Dentro de su proceso de relativización, se había dado cuenta de lo que valía la pena y de lo que era superfluo. Seguramente lo único positivo había sido constatar el gran número de personas que estaban pendiente de su día a día y del ánimo que le insuflaban.
Pero los viernes ya nunca serán iguales, aunque brille el sol o una tormenta descerraje el cielo. Escribo mecánicamente y con el mismo tono que suena Mishima:
Un altre divendres,
i encara no t’ho he dit.
Un altre setmana,
amb el cor encongit.
La foto es de Dan Gold