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Un, dos, tres, sesenta

Vértigo. Ese es el concepto, el que te impide mirar hacia atrás, pero también caminar hacia adelante, aunque sea poco a poco.  Vértigo por todo lo vivido y lo rápido que ha pasado el tiempo, por los aciertos y los errores, vértigo por las emociones, por las  personas que has perdido por el camino, por las experiencias vividas y por saber que nada volverá.

Pero nunca hay que olvidarse de la satisfacción por lo construido, satisfacción personificada en esas tres maravillosas mujeres que tengo a mi lado que son las que cierran todos los círculos: el de la bondad (infinita), el del amor (incondicional), y el de la empatía. Personas fuertes e independientes, hechas a sí mismas, que me arropan cuando hace frío, a las que apoyo en la tormenta y con quienes siento una conexión especial.

Recién cumplidos los 60, veo que me quedan unas cuantas cosas por delante, no se cuántas, todo depende del día y, especialmente del estado de ánimo. A veces pienso en los proyectos por concretar, en las risas y la vida que me quedan por delante; pero otras observo como la energía decae y entro en un bucle de destrucción temporal.

Es como si me sintiera protagonista de una ‘road movie’, como si estuviera jugando en un ‘escape room’ o en medio de ‘Elige tu propia aventura’ en donde tuviera que decidirme por un camino concreto en un cruce con cuatro caminos.  Sabes que puedes equivocarte,  desconoces si el acierto se apuesta al 25% y puedes elegir en dar un paso hacia atrás y volver por donde has venido.

Y eso echo en falta, ver todo con un poco más de perspectiva, sin tanta tensión, con más pausa que ritmo.  Saborear momentos, no correr tanto, disfrutar de las personas, desconectar, desconectar más de lo que hago y lo que me pido a mi mismo es abandonar esa negatividad que tantas veces me ofusca.

Sesenta es un número redondo, como 40 ó 50, pero creo que tiene un sentido especial. Te ves en la frontera, en ese punto en el que todo lo que ha podido ser, lo es o ya no lo será nunca. Así que llega el momento de sentarse frente el espejo y pensar en esta frase de Joël Dicker que lo resume todo: «La vida es una novela que ya sabemos cómo termina: al final el protagonista muere. Así que lo más importante no es cómo acaba nuestra historia, sino cómo vamos a llenar las páginas. Pues la vida, igual que una novela, tiene que ser una aventura y las aventuras son las vacaciones de la vida«

De lo último que he hecho últimamente:

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