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Volveremos a equivocarnos

Diecisiete días, unos cuantos por delante y unos pocos por detrás, eso es lo que dura por general el espíritu polideportivo en los medios de comunicación españoles. Ponen todo el ímpetu en ese periodo, se interesan por la vida y milagros de los deportistas olímpicos, por sus aficiones, por lo escuchan y lo que bailan, siguen sus cuentas en instagram, en tiktok y en X -para mí siempre será twitter- y con el mismo entusiasmo desaparece ese súbito espíritu para volver a escribir durante todo el curso sobre el fútbol, sobre sus miserias y sus invenciones, sobre noticias que se retroalimentan, en un bucle sin fin.

La diferencia entre el periodismo deportivo de aquí y el que se produce en otros muchos países radica en la falta de cultura por el gusto del polideportivo, vamos de todo lo que no sea fútbol. En ese cajón de sastre incluiría también el baloncesto, que más para mal que para bien, desde hace años ha generado esas inercias negativas de la información del balompié, aunque sin llegar a los mismos extremos.

Quienes hemos viajado por todo el mundo cubriendo deportes fuera del fútbol, nos hemos dado cuenta de la diferencia. De cómo en Alemania existe el balonmano, más allá de la Bundesliga de fútbol; como en Hungría, el deporte rey es el waterpolo; como en los países balcánicos, el baloncesto alcanza grandes niveles de popularidad... pero sobre todo, del respeto existente en todas esas sociedades hacia otros deportes y deportistas que no son el fútbol.

En España, el fútbol lo eclipsa todo en los medios. Su sombra es tan alargada que las coberturas televisivas son monotemáticas, en los informativos solo se habla de fútbol, de la rivalidad Madrid-Barça, de fichajes, lesiones, nuevas camisetas y estadios en construcción. Todo se justifica en aras al interés general y en lo que se genera, sin reparar en nada más.

Pero hay vida más allá del fútbol, y también del baloncesto. Todos aquellos que se preocuparon por saber qué era un ‘ippon’ o un wazari, qué es una boya o una defensa en M en waterpolo, cuándo se señala un ‘stroke’ en hockey hierba o qué diferencia existe entre la espada, el sable, el florete; y lo transmiten a sus lectores o espectadores, tienen una gran oportunidad para seguir escribiendo y hablando de historias de los grandes deportistas, de aquellos que se dejan el alma y dependen de un resultado para conseguir una beca y seguir persiguiendo su sueño durante cuatro años más, sin que el interés solo se traslade a ese periodo de diecisiete días cada cuatro años.

Los medios tendríamos que fomentar ese tipo de periodismo. El de historias y hazañas, el de deportistas alejados del foco mediático para promover el interés de futuros patrocinadores, de nuevos espectadores y alejarnos del ruido. Si no lo hacemos, el sueño olímpico será de nuevo efímero y la cultura polideportiva de nuestro país, una falacia, pero sobre todo volveremos a caer en el mismo error de siempre.

Un aviso: Por lo que a mi respecta, seguiré siendo fiel a mis principios, y abriré la puerta de la redacción a toda las historias que merezcan la pena ser contadas.

La foto es de Joshua Burdick via Unplash

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