Cuando crees que está todo bajo control, una suma de pequeños desequilibrios pueden desembocar en la tormenta perfecta.
Cosas intrascendentes e inconexas entre sí se alinean para hacerte ver que aquel equilibrio era efímero, que todo aquello que pensabas haber dejado muy atrás, te puede volver a asaltar a la vuelta de cualquier esquina.
Pero da igual, sabes que no puedes hacer nada más para evitarlo, tan solo relativizar y volver a la carrera, empezar de nuevo, pero no desde la salida, porque ya has hecho una parte del camino y el momento de bajar los brazos y dejarte atrapar ya está superado.
Solo se tratar de que te lo creas, pensar en que aquel día una serie de imprevistos se pusieron de acuerdo para romper tu armonía interior. ¿O tal vez tu equilibrio no era tan armónico como pensabas? No le des más vueltas y sigue caminando, sin mirar atrás ni pararte a averiguar lo que te espera en la siguiente esquina, porque para entonces, igual te sientes atrapado en tu laberinto particular.
La ilustración es de Yuval Robichek