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Un Zweig para Anna

No sé si ha leído alguna cosa de Stefan Zweig, pero estoy seguro de que le encantará, porque es un regalo muy especial. Para ella será el tercer volumen de la Biblioteca de Euse, ese legado envenenado que poco a poco iré compartiendo con todas aquellas personas que han llenado mi corazón en tiempos complicados.
Se trata de abrir una de las múltiples cajas de cartón depositadas en el sótano de casa, ir ojeando los volúmenes y que sea el mismo libro quien indique quién será su destinatario. Esta vez el corazón se aceleró en cuanto abrí «Veinticuatro horas de la vida de una mujer«, una novela publicada en 1929, aunque ésta es una edición de 1963.
Anna, y también Jordi (que tendrá su volumen antes o después), son de mi círculo más próximo, personas de una bondad infinita, de esas con las que te entiendes con un solo gesto, una mirada o una sonrisa.
Viajes, encuentros, cenas, confidencias… Siempre buenos momentos para borrar los complicados, a veces consejos, otras el silencio como terapia en una relación epidérmica, sin reproches y con mucha complicidad.
En la vida siempre hay que rodearse de quien te aporte puntos de vista diferentes, personas que puedan ser críticas y tolerantes con las que podrías cerrar los ojos y dejarte llevar, sin reservas. Y así es Anna, capaz de ser comprensiva y al poco tiempo enseñarte la cara B de la situación, en un giro de guión que solo Rafa Dalton podría crear.
Tanto ella como Jordi han sido testigos directos de los buenos y de los malos momentos, pero lo más importante: siempre me han hecho sentir bien y eso ha generado un nexo de unión indestructible.
Ahora, según las reglas, ese volumen reposará en alguna estantería de su casa y tiene que regalarme una foto, como en su día hizo Víctor Sancho con ‘Incerta glória’ o José Miguel Martos con ‘La guerra del fútbol, que aún lo tiene pendiente (también recibir el libro).
En «Veinticuatro horas…«, la protagonista es Mistress C., una mujer muy fuerte, que un día, en su juventud, fue capaz de abandonar a su marido y a sus hijos en pos de un hombre del que apenas sabe nada…

Solo la primera palabra es difícil… De momento, quizá no acierte a explicarse que yo le cuente a usted, un extraño, todas esas cosas; puede usted creer a esta mujer de avanzada edad cuando afirma que no hay cosa más insoportable que pasar toda una vida obsesionada por un solo día de su existencia.

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